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W. G. Sebald. Sobre la historia natural de la destrucción

Sebald es un autor realmente interesante, y lamentablemente poco conocido en España. Colega, y gran promotor de Robert Walser, otro autor tan grande como él, aunque al menos un poco más conocido en nuestro país.

El libro que comentamos no es lo más recomendable para un primer acercamiento a Sebald, quizá sería mejor comenzar por Vértigo o Austerlitz, pero poco a poco iremos completando información sobre este autor, y en todo caso, ésta es una obra que a nadie va a dejar indiferente.

Sobre la historia natural de la destrucción, aunque para mi es un libro excesivamente centrado en la cultura alemana y en la forma en la que autores tratan el tema que aborda, hasta el punto en que no me da reparos decir que en muchas ocasiones me perdí por completo, y me salté páginas enteras referentes a personas completamente desconocidas para mi, se trata de una obra especialmente curiosa e interesante, motivo por el que la reseñamos. Y cuando digo que me salté páginas es porque recomiendo vivamente aquellas que leí con gusto y atención.

Las reflexiones en torno a la idea central del libro, sobre el tema que le da título, toda la documentada narración del final de la guerra mundial desarrollado ya en suelo alemán, así como las reflexiones que se pueden extraer, son realmente interesantes y al menos para mi novedosas.

La cuestión principal trata sobre el silencio que la cultura alemana mantiene sobre la guerra de los aliados en tierras alemanas, durante la segunda guerra mundial. Así, cuando el ejército alemán estaba prácticamente desarbolado, con todos los frentes defensivos perdidos y en continua retirada, los ataques de los aliados, especialmente de la aviación, sobre los pueblos y ciudades fue especialmente virulento.

Evidentemente los únicos que padecieron esos ataques fue la población civil, y esa población tras cinco años de guerra estaba mayoritariamente compuesta por mujeres, personas mayores o niños. Los hombres estaban en el frente o habían muerto, tan sólo se podrían encontrar pocos hombres entre quince y sesenta años, unos pocos que se libraron de ir al frente por el motivo que fuera o los que habían vuelto enfermos o mutilados.

En dichos bombardeos se ensayaron sobre las ciudades bombas y tipo de ataques altamente destructivos e incendiarios. Así, la ciudad de Hamburgo quedó prácticamente destruida, de lo que doy fe porque la visité hace unos años y me sorprendió la ausencia prácticamente total de edificios antiguos, cosa extraña en el norte de Europa porque como es sabido las ciudades se reconstruyeron intentando recuperar su imagen anterior, en todo lo posible.

Como Hamburgo, numerosos pueblos y ciudades, sobre todo del norte, sirvieron incluso de pruebas especialmente agresivas sobre destrucción de ciudades, ensayo del uso y efectos de bombas y ataques incendiarios. Hay ciudades o pueblos que quedaron por completo arrasados. El invierno en el norte de Alemania no es como para vivir sin techo.

Se estima que más de seiscientos mil civiles alemanes murieron en los ataques, lo que supone el doble de soldados aliados fallecidos durante toda la guerra, y en torno a siete millones de personas perdieron sus casas. Se desconoce la personas que posteriormente murieron como consecuencia de los ataques, enfermedades que se propagaron, ciudades infectadas de ratas, muertos que nadie retiraba, el duro invierno sin casas ni alimentos, ni por supuesto suministros.

Resulta sorprendente el silencio cultural, informativo, cinematográfico sobre unos ataques que no necesitaban de tal virulencia, como tampoco lo era la barbarie sobre Hiroshima.

No se trata de justificar unas actitudes u otras, ni comparar, ni simplezas así, las reflexiones van más allá, porque la reflexión sobre un hecho concreto de ser sincera y profunda resulta atemporal, y útil para otros tiempos y lugares.

Si bien, en realidad Sebald recuerda a unas víctimas que, para unos, se lo tenían merecido (y por lo tanto resultaban menos víctimas), y para otros, simplemente, y a fuerza de olvidarlas, nunca existieron.

Un libro que invita a pensar

A mi el libro me ha hecho reflexionar de nuevo sobre debates que uno no se atreve ni a formular en público. ¿Son los nazis tan malos con respecto de otras barbaries cometidas contra la humanidad?. Es decir, ¿está razonablemente justificado que el comunismo, que fue un régimen muchísimo más terrible en atrocidades, muertes y deportados en campos de concentración, tenga incluso un partido político o un sindicato que viven de subvenciones públicas? ¿es coherente que los comunistas europeos vivan de las democracias mientras unos ultras de un equipo de fútbol se pueden quedar sin entrar de por vida a un estadio por llevar una bandera nazi?. En Europa la huella del comunismo sigue siendo terrible, especialmente en el este. Toda esa cultura de la barbarie ha mantenido a Rusia montando una guerra cada diez o quince años, la última reciente en Ucrania, antes Chechenia, por no decir la perpetua dictadura cubana o la triste situación de Venezuela, o la tragedia que durante casi un siglo han vivido millones de personas en China, Corea y otros tantos países víctimas de las dictaduras socialistas, mientras aquí quienes defienden esas ideas reciben subvenciones y todo tipo de apoyo público.

¿Será sólo porque nadie ha mantenido una defensa de esa ideología nazi atroz, por lo que han pasado a la historia como los únicos malos malísimos del siglo XX?. ¿Es porque resultan los partidos comunistas necesarios para gobernar por lo que conviene silenciar las atrocidades del comunismo?. Lo terrible es que no podemos aprender de la historia porque la manipulamos según los intereses del que resiste. Los nazis son símbolo del peor momento de la humanidad, los comunistas sin embargo gobiernan en España. La única diferencia es que de los primeros renegó todo el mundo desde que perdieron la guerra, y los otros no sólo no la perdieron sino que financiaron a los partidos e intelectuales que desde dentro siguen llamados a minar las democracias.

En todo caso, esto no es más que una digresión, el libro ni trata estas cuestiones ni pretende comprar atrocidades, ni justificar. Lo que encontramos en el libro es la búsqueda de un motivo sobre el silencio, un silencio que va más allá del intento del olvido, representándose más bien como la negación del pasado. Una actitud humana, cuando se han cometido tales atrocidades es razonable el silencio alemán, se entiende como una profunda vergüenza, un rechazo tal que sólo cabe perseverar en su olvido.

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