Al otro lado del Atlántico, muy lejos de las bibliotecas de las court inglesas o de las aulas de Oxford, nace un estilo radicalmente distinto, un estilo que evidencia que su origen está en otro continente, en otras tradiciones literarias y culturales, en otra sociedad urbana y violenta, un estilo que con los años ha venido en llamarse el Hard Boiled.
La novela de aquellos años en Europa se nutría de una sociedad más o menos estable, de una población con una ideología y cultura muy homogénea, donde el crimen resultaba del todo extraño y en todo caso un hecho aislado que quedaba generalmente castigado. Sin embargo, en América encontramos todo muy distinto, se trata de un país en plena ebullición, donde ya se anticipan grandes revueltas sociales, una sociedad heterogénea, donde los gángsters son una presencia importante y pública en la sociedad, la corrupción y el crimen es latente, sobre todo en las grandes ciudades, y en un período determinante y convulso como fue el boom de los felices, pero también violentos, años veinte, the roaring twenties, que desembocaron en el crack del 29, con las graves consecuencias económicas y sociales que produjo.
En ese contexto, al menos los primeros autores, no pretenden restaurar un orden social roto por un crimen, sino que vienen principalmente a utilizar el género como crónica social, ácida, crítica, y en ocasiones ni siquiera centran sus libros en la deducción del asesino o los motivos que le han llevado a ello, sino que en más de una novela ni siquiera queda resuelto el crimen. Habré visto una decena de veces la película de El sueño eterno y pese a haberlo comentado con amigos, lo cierto es que hay un muerto del que finalmente pocos pueden asegurar quién es, y menos aún, en qué momento se ha producido.
De entre toda la gran colección de autores destacables hay dos que tuvieron y han mantenido especial relevancia, Raymond Chandler y Dashiell Hammett, dos autores a los que se sigue leyendo con igual frescura y disfrute.
Dos grandes autores
Empezamos por Hammett, porque además puede considerarse el gran pionero del género. Y su primer libro de relatos no puede ser más rompedor con lo que venía de Europa. De su detective no conocemos ni el nombre, ya no es un elegante pensador, ni un policía que represente el orden como en la convencional Inglaterra, sino un rudo detective privado, un ”agente de la Continental” que sólo debe lealtad a la agencia de detectives que le paga y a un código propio de conducta y moral. Esta subjetividad llevada al extremo, tan americana, recoge e introduce en la novela negra todo un pensamiento y valores que ya se habían abordado en otros ámbitos literarios, si bien no tan descarnadamente.
El perfil creado por estos autores ha sido reiterado posteriormente hasta la saciedad, un hombre solitario, sin especial atracción por el dinero o ambición social, con una cierta tendencia a la bebida, y ajeno por completo a los actos y actividades sociales o vecinales, de hecho desde Hammett es casi imposible encontrar a alguien que se atreva a escribir sobre un detective privado que sea un buen padre de familia o presidente de algún club social, aunque sea de la comunidad de vecinos.
Los protagonistas de Hammett son detectives, y se huele algo especial en el ambiente, Hammett sabe de lo que habla, no en vano fue durante muchos años detective en la agencia Pinkerton, una agencia que además ha tenido en su historia muchas referencias literarias, ¿alguien recuerda con qué llamadas telefónicas empieza La ciudad de Cristal, de Paul Auster, la primera novela de su trilogía dedicada a la novela negra y ambientada en Nueva York?.
El personaje de Hammett que ha llegado a obtener fama mundial es Sam Spade, aunque únicamente aparece en El halcón maltés, y que fue inmortalizado por Humprey Bogart en la homónima y estupenda película de Huston, y que convirtió a Spade en prototipo de los detectives americanos.
Tras el éxito de dicha película Hammett fue contratado como guionista en Hollywood, dando lugar a partir de entonces a muchas películas pero a pocos libros, al menos reseñables. Es verdad que tuvo serios problemas de alcohol, políticos y personales, quizá si hubiera escuchado a su Agente de la Continental y hubiera desoído la propuesta millonaria del cine hubiera seguido dando grandes obras.
Lo cierto es que Cosecha roja (1929), El Halcón maltés o La llave de cristal son tres grandes novelas que merecen no sólo abrir un estilo nuevo sino quedar en la historia literaria. Para quien quiera acercarse a conocer su obra también puede hacerlo con relatos notables, como El hombre delgado, relato que dicen muchos críticos que mejor se ajusta al canon y que es fácil de encontrar reeditada.
Raymond Chandler
Raymond Chandler tiene un origen distinto, educado en un college inglés triunfó en los negocios, y fue fogueándose poco a poco en las revistas pulp, al igual que Hammet, hasta dar el salto a la literatura; ¡y menudo salto!.
Las novelas de Chandler se basan en unos diálogos, rápidos, fluidos, ácidos, profundos, apenas hay introspección en los personajes, ni razonamientos de narrador omnisciente, todo se narra, se relata y se comprende únicamente a través de la acción o los diálogos.
Su gran personaje es Philip Marlowe, también encarnado e inmortalizado maravillosamente por Bogart en peliculones como El sueño eterno, de Howard Hawks. Marlowe es un poco más sensible que los personajes de Hammett, más humano, más vulnerable y más comprometido con la lealtad, incluso con quien pudiera no merecerla. Asqueado de la corrupción, vive como quien se ha cansado de pelear por algo noble y ha acabado abandonando lo que sabe que es una batalla perdida. Aún así, es el arquetipo de detective americano, duro, mordaz, incisivo, vacilón, y qué les voy a decir, entrañable para los que hemos leído y hemos visto tantas veces esas grandes novelas y películas de cine negro.
De hecho Marlowe ha sido llevado al cine en numerosas ocasiones, la primera con Dick Powell que entendió perfectamente al personaje, tras él, grandes actores han dado vida, y generalmente con mucho acierto, al personaje, Bogart, Robert Mitchum, Elliott Gould, o el reciente Liam Neeson de hace apenas un par de años, lo que muestra la vigencia de la obra y personaje de Chandler.

Gánsters y policías, cotidiana realidad social de la época
Las relaciones de los detectives con la policía son casi parejas a las que tienen con los gánsters. Tenemos con ello un nuevo aspecto por el que la distancia con la novela europea de la época es abismal, no sólo tenemos continuos desprecios mutuos sino que la violencia, en ocasiones brutal, les llega por partes iguales, tanto de la policía como de las bandas.
Algo muy distinto a Europa, donde la policía, (en cuanto que representa la legalidad y el bien social) es siempre tratada con respeto en aquellos años, salvo algunas ironías puntuales.
En ese mundo violento y corrupto, el detective privado es para Chandler como una especie de caballero andante, con su propia moral, y su capacidad de ayudar a la víctima renunciando a cualquier favor o contraprestación. Pero no es un canto de esperanza, los detectives no tienen afán de mejorar el mundo, son sobrevivientes, jinetes solitarios, recogen y llevan al extremo el pensamiento individualista de occidente, sin ninguna voluntad de comprometerse socialmente. Por ello, el desarbolado individualismo conlleva o emana de una cierta desesperanza social, que se masca en todas las obras.
Muchos y buenos autores
Ross Macdonald es otro gran autor, creador de tramas mucho más complejas, y con una mirada quizá socialmente más comprometida, su crítica a la sociedad nace para denunciar el daño que a las personas hace la corrupción, la violencia o el mal, identificándose de algún modo con el sufrimiento humano. Lew Archer es su detective más conocido, y es de nuevo un arquetipo muy en la línea de Spade y Marlowe.
Hammett y Chandler son sin duda los más populares, quizá también por el cine como hemos indicado, pero MacDonald es posiblemente el más reconocido como escritor. Yo creo que esto es muy discutible, y ya sabemos que quien disfruta de hacer listas y rebuscar autores siempre tiende a destacar al que la mayoría no aprecia tanto. Lo cierto es que MacDonald de algún modo sacó la literatura negra americana de las revistas pulp (llamadas así precisamente por el tipo de papel de pulpa de madera, de baja calidad, en que eran impresas), dando un salto de calidad a novelas mejor editadas y más nobles.
Horace McCoy, es otro de los autores que no deben olvidarse, aunque su obra más conocida ¿Acaso no matan a los caballos? no es exactamente un thriller, pero sí una cruel historia y una dura visión de la sociedad del momento a partir de un concurso de baile. Una novela donde de nuevo destaca el estilo conciso, directo y manejado por los diálogos, haciendo una narración ágil, como hemos ido destacando de los otros autores.
La novela se llevó al cine muchos años después, por Sydney Pollack, Danzad danzad malditos, y todavía hoy mantiene el curioso récord de ser la película que ha obtenido mayor número de nominaciones a los Oscars sin haber logrado la nominación a la de mejor película.
Hay más autores que podrían reseñarse, pero no quiero dejar de recordar a Chester Himes, aunque sólo sea por su cercanía, y es que Himes vivió y murió en Moraira. A los pies del castillo hay una placa con su foto que lo recuerda, un monumento, por cierto, espantoso, yo diría que el más feo que pueda verse en todo el pueblo, hasta para eso tenemos mala suerte los amantes de los libros.
En la Biblioteca de Teulada también tiene un pequeño homenaje, un poquito más digno, con ediciones de sus libros en varios idiomas y la máquina de escribir que donó su viuda. Os dejo la foto y os ahorro el disgusto de la escultura morairera.

De su obra se ha destacado especialmente el ciclo de novelas ambientadas en Harlem, que vienen a recoger y tratar el ambiente de un mundo con todos los problemas raciales que saltaron en esa misma década. Tanto Himes como la mayoría de sus personajes son de raza negra, lo que da una visión distinta a las novelas tratadas y los autores referidos hasta ahora. Las novelas de estos autores afroamericanos, del que tras Himes destacaría a Walter Mosley, es básicamente una novela de denuncia social. No exactamente la misma denuncia y temática que cuestionan Chandler y compañía, pero al fin y al cabo denuncia social, reflejo de una época y una sociedad concreta.
Y también absolutamente entroncado en el hard boiled está su estilo narrativo, directo, duro, con recursos de grandes diálogos. De las novelas se cita generalmente Algodón viene a Harlem, si bien yo puedo hablar de la única suya que he leído, Por amor a Imabelle, que me gustó mucho, en la línea de lo comentado, y que abre la serie de Harlem, y la creación de sus dos detectives más famosos, “Ataúd” Jonhson y “Sepulturero” Jones, de los que el nombre lo dice todo.
James M. Cain
Por último, no quería alargar más el articulito, pero tras una conversación piscinera y literaria con mi amigo Juan Espinosa, he pensado que sería injusto no incluir a James M. Cain. Precisamente este año leí dos novelas suyas que me encantaron. No pensaba leerlas, porque de ambas había visto sus buenas adaptaciones al cine, pero como siempre la literatura triunfa y sorprende, y aunque se queje quien quiera hacerlo, una novela bien escrita supera siempre la mejor película. Debo decir que aún teniendo reciente las películas, que son muy buenas, los dos libros de Cain se disfrutan igualmente.
Son dos soberbias novelas que giran sobre ese personaje que emprende el camino de la delincuencia por distintos motivos insospechados, y ya no sobre el detective o el policía. Un punto de vista que en cierto modo también arranca en este estilo.
James M. Cain es un gran escritor y fue también periodista, al igual que el resto de autores citados, creó unos personajes fruto de su época y de la gran depresión económica, gente sencilla en plena lucha por la supervivencia. En sus novelas he encontrado temas menos frecuentes que en los escritores descritos anteriormente, temas como la traición, ambición, o personajes masculinos tratados prácticamente como marionetas en manos de mujeres frías. Cobra por tanto fuerza un personaje mítico que va a tener mucha resonancia en la novela negra, la femme fatale.
De hecho, algo de eso hay en su primera novela, El Cartero siempre llama dos veces, que fue un éxito literario y de público. A mi me pareció buenísima, y aunque muy conocida y nombrada, no por ello menos recomendable. La novela tiene dos adaptaciones de cine estupendas.
La obra literaria de Cain es amplia, pero quiero recoger sólo el segundo libro que leí, Double Indemnity, de 1943, traducida aquí como Pacto de sangre, maravillosa historia que dio lugar a una no menos maravillosa película de Billy Wilder, con guión nada menos que de Raymond Chandler, y con una estupenda interpretación de Barbara Stanwyck, bordando lo que antes hemos indicado de la femme fatale. El libro me pareció estupendo, distinto a la película, y sobre el autor y ambas novelas os dejamos una reseña específica de recomendación en la web, por lo que no me extiendo más.
Únicamente indicar que se trata de un tema que en Valencia hemos visto muy recientemente, en un caso mediático de asesinato. Y podemos añadir eso de que la realidad supera a la ficción, pero no digo más, no sea que el gran fiscal que llevó el asunto me emplume.
Venga, que no se enfaden los cinéfilos, sin duda hay que ver la película de Wilder, que se llamó en España Perdición, así como cualquiera de las versiones de El Cartero siempre llama dos veces, os dejo a elegir entre la primera versión de 1946 de Garnett, con Lana Turner y John Garfield, o la de Bob Rafelson de 1981, con guión de David Mamet y protagonizada por Jack Nicholson y Jessica Lange. Si me preguntan, a mi juicio la clásica recoge mucho mejor todo lo que quiso contarnos Cain.
Una invitada inesperada
Por último, si bien no forma parte del estilo, me gustaría recordar una escritora muy interesante, y con algunos títulos que pueden estar en una cierta relación, no con el negro, ni mucho menos con lo policiaco, pero si con la violenta realidad social que se describe y en cuya obra suelen aparecer gángsters y delincuentes de todo tipo. Flannery O´connor.
Por ejemplo un gran relato suyo es “Un hombre bueno es difícil de encontrar”, del que os dejo el enlace de una web donde está publicado, por si queréis acercaros a conocer a esta autora. O´Connor aporta a la agilidad y rudeza de las historias, un acercamiento con el tipo de habla de la sociedad que describe, con la misma dureza de las historias violentas, pero al menos con un punto de esperanza.
¿Y por qué la incluyo si no es novela policiaca? Pues, además de lo indicado sobre su ambientación social, porque esta web apuesta siempre por la esperanza, y de todos los (muy buenos) escritores que llevamos citados, es la única que nos recuerda que siempre cabe una posibilidad de redención para cualquiera de nosotros, seamos gángsters, o cómplices silenciosos de tantas injusticias.









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