Absoluta joya y curiosidad en la obra de Don Ramón. Yo que he leído tantos años a Valle-Inclán, incluso dos biografías suyas, y tengo ya preparada la de Paco Umbral, no tenía más que breves referencias de este libro, que nunca me habían señalado como lo que es. No sospechaba por tanto la gran dimensión de esta obra.
A diferencia de su obra habitual, este libro tiene carácter de ensayo, o como él mismo indica, de Ejercicios espirituales. Es un compendio de razonamientos de su estética y su ética, de sus ideas y sus interioridades, que son amplios y ricos espacios en los que recrearse. Mediante breves ensayos y reflexiones que se leen fácilmente, y que dada su limitada extensión puede utilizarse más bien como libro de cabecera y reflexión, que de hecho creo que es como debería leerse.
El autor revisa las filosofías, artísticas y culturales de la época, los movimientos estéticos y culturales, y por supuesto se adentra, profundiza y explica su postura, artística, intelectual y ética.
El libro empieza con una declaración mística y de conocimiento profundo. “Hay dos maneras de conocer, que los místicos llaman Meditación y Contemplación”. A partir de esta frase enlaza con esa forma de conocer.
También hay brillantes páginas dedicadas a la belleza, y su relación con la mística y Dios. “La belleza es la intuición de la unidad, y sus caminos, los místicos caminos de Dios”.
Valle-Inclán pudo ser muy anticlerical, pero fue tuvo una interesante Fe en Dios. Y eso se refleja en constantes y elocuentes relaciones entre la belleza y Dios, “aquella tarde comprendí que los caminos de la belleza son místicos caminos por donde nos alejamos de nuestro egoísmo hacia el alma el mundo”, o cuando dice, “Dios es la eterna quietud, y la belleza suprema está en Dios”.
Trata también de pintura, de música, de amor, de lenguaje y filología.
Encontramos gran profundidad en toda la obra, grandes momentos, y líneas para reflexionar durante mucho tiempo. Reflexiones y momentos íntimos a los que nos aboca, muy necesarios, pues como el mismo Valle escribe, lo que no llevamos dentro no lo tendremos dentro por palabras ajenas.
De aquí he sacado yo muchas ideas para educar a mis hijos. Porque ciertamente, por mucho que nos empeñemos en inculcar ideas o formas de vida, uno sacará siempre lo que lleve en lo más profundo, lo que de dentro le nazca.
También encontramos el fundamento a su arte, a su estilo modernista, aunque ya se anticipa lo que puede venir después.
Así como la querencia al quietismo estético y al arte de las ciudades, donde de Santiago de Compostela encontramos, como sería de esperar, una bellísima, personal y profunda reflexión, que sólo por ella bien merece adentrarse en esta joya literaria.
En definitiva un libro sorprendente, tanto por lo inesperado de la materia, como por el profundo calado intelectual y estético del autor, un libro, una joyita por descubrir, que encumbra por sí mismo a Valle-Inclán como unos de los grandes autores de la literatura española de todos los tiempos. Y eso, con toda la riqueza literaria que desplegó después el gran autor gallego, es mucho decir.









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