Orígenes de la novela policiaca.
No hay un consenso para encontrar una obra que se considere la primera novela detectivesca de la historia.
Ha habido antecedentes sobre la materia que se remontan incluso a la literatura clásica latina, sin embargo encontrar la primera novela que recoja los ingredientes de lo que hoy conocemos como novela criminal o policiaca, no es un tema pacífico. Los franceses, como grandes chauvinistas que han sido, localizan el origen de la novela policiaca en El asunto tenebroso de Balzac de 1841. Una obra que recuerdo con cariño, y que sin duda es un buen libro, pero que ni mucho menos podemos esperar lo que ahora consideramos como una novel negra. Es cierto que hay un crimen, y unas pesquisas, y averiguaciones, pero ni el propio Balzac pretendía hacer una novela policiaca.
Los ingleses que no son menos chauvinistas que los propios franceses, tienen un gran referente en Caleb Williams, escrita en 1794 por William Godwin, pero lo cierto es que no parece que al autor se le pasara por la cabeza crear ningún género policiaco, siendo para más datos suegro de Shelley, y de hecho por ahí iban los tiros literarios. Sin embargo, a pesar de la materia que trata, con alguna referencia policial e incluso escabrosa, es incuestionable que la obra nada tiene que ver aún con el relato policiaco propiamente dicho.
Algo más de relación tienen las obras publicadas en 1827 de Richmond Scenes in the life of a bow street runner, una especie de memorias y anécdotas de un corredor de la calle Bow, nombre por el que conocía coloquialmente a los miembros del primer cuerpo profesional de policía de Londres, cuya sede se encontraba en el número 4 de Bow Street. Sin embargo, Richmond se limita a narrar las historias y las posibles detenciones y persecuciones, pero ni hay el más mínimo ejercicio de pensamiento deductivo para las detenciones, ni tiene en consideración los posibles motivos del criminal para poder encontrar al culpable.
Edgar Allan Poe, un gran creador.
Sin embargo, el inicio casi unánimemente aceptado son los cuatro relatos de Edgar Allan Poe, un autor más conocido por su inclinación al terror o lo macabro, que sin embargo en esas cuatro obras nada menos que preconfiguró varios subgéneros literarios distintos. Así, Los crímenes de la Calle Morgue de 1841, abre los misterios de la habitación cerrada, tan del gusto de la posterior novela inglesa, todo un subgénero clásico, que luego veremos en muchas obras de Christie o Leroux, y que recientemente utilizó Pérez-Reverte en su homenaje a Sherlock Homes en El problema final, del que dejamos también reseña en esta web.
Otro de los relatos, El misterio de Marie Roget (1842), se resuelve a través de diarios y noticias de prensa, convirtiéndose en el primer detective de sillón, que también daría de un modo u otro en un subgénero.
El tercer relato, La carta robada, de 1844, crea una historia que ha sido imitada y celebrada por todo tipo de autores, siendo el sospechoso el menos esperado y teniendo la solución al alcance de la mano de cualquiera. Por último, en El escarabajo de oro, se hace ya uso de la criptografía para resolver el crimen.
Poe crea un detective que ha sido ejemplo y motivo de homenaje para muchos escritores, Auguste Dupin. En fin, que no hay mejor forma de iniciar un género que con estas obras magníficas, con un gran personaje que pervive entre nosotros, ¡qué gran homenaje a la literatura!, ciertamente un género como éste no merecía menos que este principio verdaderamente atractivo. Yo he releído estos relatos ahora con mi hijo y son además perfectos para que los jóvenes den el salto de las novelas juveniles a las de mayores.
Para mí en Europa, La piedra Lunar, de Wilkie Collins, en 1868, podría ser ya un ejemplo determinante de la novela policiaca, y del potencial narrativo que ofrece. Posee una estructura brillante, con una variedad de voces y narradores, una clara atención a todos los detalles del robo y al resto de hechos, forenses y médicos, un detective basado en un personaje real de Scotland Yard, pruebas que se presentan abiertamente al lector y una historia compleja, en definitiva un muy digno arranque a este lado del charco de nuestro mundo literario.
No en vano T. S. Elliot la considera la mejor novela inglesa clásica de detectives.
A estos libros, sin embargo, no se les catalogó como policiacos ni nada semejante en sus inicios, sino más bien como libros sensacionalistas. Tendría que ser poco a poco que la literatura policiaca se fuera creando su espacio y ganando un respeto literario, como veremos en los siguientes post.









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